La innovación llega a todos los ámbitos de la vida y cambia para siempre las cosas como las conocemos. Como es normal, también llega a nuestra manera de hablar, donde se incorporan nuevos términos para designar conceptos inéditos.
En los medios de comunicación asistimos a una avalancha de neologismos, la mayoría en inglés, que pueden suponer todo un reto para un profano. Esta pequeña guía ayuda a no perderse en un mundo de emprendedores tecnológicos, startups y programación.
Si te hablan de una caja de arena o de un arenero como concepto de innovación, es probable que te quedes fuera de juego. Sin embargo, su versión en inglés, “sandbox” es un término muy popular.
¿Qué hace un arenero, ese espacio de los parques infantiles donde los niños juegan con la arena libremente, en este contexto? Precisamente esa idea de libertad y experimentación se aplica al mundo de la tecnología y la innovación para describir un entorno controlado donde se pueden probar nuevas ideas sin afectar sistemas reales ni correr grandes riesgos.
Un sandbox es un entorno de pruebas para experimentar tecnologías emergentes, modelos de negocio y regulaciones sin la rigidez de un mercado completamente establecido. Es como un laboratorio seguro en el que se prueban hipótesis antes de una implementación a gran escala.
Existen sandboxes para el desarrollo de software y ciberseguridad, que permiten hacer pruebas sin que afecten al sistema principal. En el ámbito de las finanzas, algunos países crean sandboxes para que startups prueben nuevos servicios sin estar sujetas a todas las regulaciones desde el inicio.
En España, por ejemplo, contamos con un sandbox financiero (Abrir en ventana nueva)
diseñado para fomentar la innovación en el sector. La Ley 7/2020 (Abrir en ventana nueva)
permite que empresas fintech prueben sus proyectos en un entorno supervisado antes de enfrentarse a la regulación completa.
Se trata de una metodología de innovación centrada en el ser humano, que aborda problemas complejos desde una perspectiva creativa y estructurada, dando respuesta a las necesidades del usuario. Este enfoque proviene de las prácticas utilizadas en el diseño (Abrir en ventana nueva)
, pero con el tiempo se ha aplicado en múltiples disciplinas, como la educación o la tecnología.
Su nombre “design” (diseño) “thinking” (pensamiento) evoca la idea de pensar como un diseñador. Aunque el diseño siempre ha estado relacionado con la creatividad y la solución de problemas, este concepto comenzó a consolidarse en los años 60 y 70 con académicos como Herbert Simon (Abrir en ventana nueva)
, que habló del diseño como un proceso estructurado de toma de decisiones. Empresas como IDEO (Abrir en ventana nueva)
popularizaron el término en los años 90, impulsando su adopción en entornos de innovación empresarial.
Al ser un concepto aplicable a innumerables áreas, no es sorprendente encontrarlo en ámbitos como el emprendimiento, en referencia al diseño de nuevos productos y servicios basados en necesidades reales de clientes, o en la tecnología, haciendo alusión a la creación de experiencias de usuario más intuitivas en aplicaciones y plataformas digitales.
Los iPhones de Apple son un ejemplo clásico de design thinking. Steve Jobs y su equipo se centraron en las necesidades del cliente, poniéndose en su lugar y estudiando la interacción de los usuarios con sus terminales móviles.
En este proceso, concluyeron que los teclados físicos limitaban la experiencia. Por ello, Apple se enfocó en la incorporación de una pantalla táctil completa que mejorara la usabilidad.
De nuevo, abordamos un término que consiste en una metodología. En esta ocasión, se trata de la combinación del desarrollo de software (“Development”, sintetizado Dev) y operaciones de Tecnología de la Información (“Operations”, sintetizado Ops) para mejorar la colaboración entre equipos, acelerar la entrega de productos digitales y optimizar procesos.
Su objetivo es romper barreras entre los equipos de desarrollo y los de sistemas para que trabajen juntos de manera más eficiente.
La filosofía DevOps nació a finales de los años 2000 como una respuesta a los problemas tradicionales en el desarrollo de software, donde los equipos trabajaban de manera aislada, generando retrasos y conflictos en la entrega de productos. Para desarrollarla, se tomaron conceptos del enfoque Agile.
Su aplicación abarca un espectro que va desde el desarrollo de software, y dinamiza la entrega continua de aplicaciones mediante integración y despliegue automatizado; en el cloud computing, donde es clave para gestionar infraestructura y optimizar el rendimiento de servicios; en seguridad (DevSecOps), que facilita la implementación a medidas de seguridad durante todo el ciclo de desarrollo; o en administración de sistemas, ya que permite monitorizar y mejorar la estabilidad de plataformas digitales.
Un caso de éxito es el de Netflix, (Abrir en ventana nueva)
que aplica DevOps para optimizar sus procesos y garantizar la escalabilidad de sus productos digitales.
Se trata de una modalidad de arquitectura informática que aproxima el procesamiento de datos a donde se generan, en lugar de enviarlos a un centro de datos remoto o a la nube. Su objetivo principal es reducir la latencia, mejorar la eficiencia y optimizar la transferencia de información en sistemas digitales.
Este término combina la idea de límite (“edge”) con la programación, haciendo referencia a procesamiento de datos en el extremo de la red, lo más cerca posible de los dispositivos que los generan.
El edge computing surge como respuesta a la creciente demanda de procesamiento rápido en aplicaciones como el Internet de las Cosas (IoT), la inteligencia artificial y la automatización industrial.
Tiene numerosas aplicaciones, por ejemplo, en el IoT, permite que dispositivos inteligentes (sensores y cámaras) analicen datos en tiempo real sin depender de la nube. Los vehículos autónomos también emplean esta arquitectura para procesar datos y tomar decisiones en el momento sin depender de un servidor central.
Los videojuegos también se valen del edge computing, ya que logra reducir la latencia en plataformas de transmisión en vivo y juegos en línea con respuestas más rápidas.
La seguridad es otro sector donde el edge computing está siendo fundamental. Algunas fintech están implementando plataformas con este recurso para mejorar la protección de sus aplicaciones y redes contra ataques cibernéticos.
WAF (Web Application Firewall), por ejemplo, permiten analizar y bloquear actividades maliciosas antes de que lleguen a la infraestructura central del banco, reduciendo la latencia y mejorando la seguridad. Esto es especialmente útil para fintechs que manejan grandes volúmenes de transacciones digitales y necesitan respuestas rápidas para evitar fraudes o accesos no autorizados.
Este término inglés es una expresión que se usa para aquellos que se levantan por sí mismos sin ayuda externa, es decir, designa actos de superación. Si se aplica al ámbito del emprendimiento, bootstrapping habla de empresas que se desarrollan con los propios ingresos y esfuerzos de sus fundadores.
Por ello, construir y hacer crecer un negocio con recursos propios, sin depender de inversión externa como capital de riesgo o préstamos bancarios es el bootstrapping. La idea es maximizar la eficiencia y creatividad para lograr resultados con lo mínimo indispensable, algo frecuente en pymes, startups incipientes o emprendedores.
La naturaleza de los proyectos digitales hace que necesiten menor inversión, por lo que son ideales para esta filosofía de emprendimiento, buscando la escalabilidad.
Uno de los casos más conocidos de esta práctica empresarial es Mailchimp (Abrir en ventana nueva)
. Fundada en 2001, comenzó como el proyecto paralelo de dos emprendedores, que, en lugar de recurrir a préstamos o inversores, reinvirtieron los ingresos generados por sus primeros clientes para hacer crecer esta plataforma de marketing por correo electrónico.